*- DE NUESTRA REDACCIÓN
Está a la vista, de acuerdo a los resultados que se vienen dando, el manejo del presidente argentino Alberto Fernández y su gabinete respecto de la pelea contra la crisis más cruda y difícil que azota al mundo.
Sin querer apelar desde esta nota a golpes bajos ni mucho menos, corresponde hacer un análisis sobre cuanta gente se hubiese salvado, por ejemplo en EEUU, si hubiese estado en ejercicio éste gobierno argentino implementando éste protocolo de gestión, con los recursos tecnológicos en salud y respaldo financiero de una de las economías más sólidas del planeta.
Demás está recordar que el actual Ministerio de Salud Argentino, era apenas una simple secretaría hasta 180 días antes del comienzo de la Pandemia en el país, además de todo el desastre financiero y social heredado. Por eso, el mérito es aún mayor, y vale la pena resaltarlo. El esfuerzo argentino es un ejemplo a seguir hoy, para los demás países del continente, que en muchos casos tan mal los viene castigando el Coronavirus (Covid-19).
La clave de aquí en más, residirá en la continuidad del respaldo desde el esfuerzo en la toma de conciencia que le vienen dando los argentinos al gobierno y su día a día, con una oposición en general con una actitud altamente responsable, las instituciones de la Nación, como por ejemplo el Ejército Argentino y su loable participación y asistencia comunal, la tarea sin pausa y voluntad del tan denostado antes Empleado del Estado, los funcionarios de todas las áreas de gobierno trabajando más del doble de horas a diario, y párrafo aparte, gracias al excelente diálogo que cultivó desde un principio Alberto Fernández con la Iglesia, el fundamental trabajo conjunto en las periferias y entre los sectores de menores recursos.
Lo que dijo el Santo Padre Francisco en su Santa Misa en una inédita Piazza di San Pietro vacía, sobre que «Aquí nadie se salva solo», más al pié de la letra no podría haberse implementado hoy, en su terruño natal, que tanto lo venía desvelando por las noches, hasta hace unos meses, por el futuro incierto de los sectores más humildes y el incremento exponencial de la pobreza. Hay que darle gracias al cielo de que la República y el pueblo argentino estén surcando nuevos buenos rumbos.